sábado, 6 de diciembre de 2008

Los blogs y el peligroso arte del exhibicionismo

Normalmente no escribo de estas cosas, pero los últimos días, he visto inundada mi bandeja de entrada con este tipo de correos, y para terminar, Rodrigo Solís, escritor campechano al que curiosamente conocí hace poco por estos medios, publicó un relato en su blog, el cual me ha obligado a olvidarme del hermoso silencio.

Los blogs y el peligroso arte del exhibicionismo

Durante un tiempo, permanecí escéptica a eso de los blogs, aunque debo confesar que siempre me han producido cierto placer y curiosidad; incluso llegué a armar un space, al cual subí un par de fotos y olvidé por completo a los dos días. Mis amigos y contactos me mandaban cada semana o cada mes, boletines con sus últimas notas o “post”, a los que nunca frecuenté.
Hasta que un día, alguien me mandó un par de poemas de Borges, que estaban publicados en su blog, y desde entonces, éste se convirtió en una especie de suplemento literario al que frecuentaba de cuando en cuando.
Todo pudo haberse quedado en aquella tranquilidad, hasta el día en que mis amigos fueron invitados a un encuentro en San Cristobal. Cuando regresaron, comenzaron las anécdotas y el riguroso chisme, dentro del cual, relumbró en mi mente, aquel del blog que los asistentes comenzaron a formar. Como mi lado voyeur no está tan escondido, no pude evitar el morbo de entrar a tan mentado blog, para enterarme mejor de los pormenores de dicho encuentro. Fue cuando descubrí el poder tan maravillo de estas cosas, la tentación del exhibicionismo: ese desnudarte sabiendo que otros te observan, pero que no pueden tocarte, si acaso aducir a la belleza o la fealdad de lo que miran, pero también la posibilidad de conocer lo que quieras: la posibilidad de la elección.
Así, al cabo de unas semanas, tras debatir en mi conciencia, y caer en la cuenta de que al tener gmail, podía acceder, yo también, a esa maravillosa posibilidad del desnudo público: abrí mi propio blog. Recuerdo que hice lo que antes mis colegas, y comencé a mandarles correos para que checaran mi nuevo y reluciente blog. Ahí mi primer chasco, ¿cómo seducir al público?, ¿qué tiene mi desnudo de interesante?
Recuerdo que de las primeras cosas que publiqué fue una entrevista que le hice a un cuate hace un par de años, y que nunca publicó mi entonces editor, por “no vender”.
Y así comenzó mi interés por estas cosas, hasta el día de hoy. En mis ratos de “hacer como que trabajo”, curioseo en los blogs de algunos amigos, e incluso, ahora tengo uno que otro cuate al que no conozco en persona.
Con esto de los blogs y el Messenger, creí que ya había llegado a mi límite de exhibicionismo informático, hasta hoy. Desde hace unos días, me han llegado un par de invitaciones para el Facebook, y después de otra lucha interna, el monstruo exhibicionista volvió a ganar y ahora, aparte de blog, tengo un muro, que no sé bien para qué sirve, sólo que la tercera parte de la gente que tengo como mis “amigos” son personas a las que en alguna ocasión conocí, la otra, amigos y uno que otro familiar, de los cuales no tenía noticias desde años atrás. Y sólo una pequeña parte, son amigos con los que mantengo el contacto de atrás tiempo.
¿Por qué digo esto? porque no estoy muy segura de si estas cosas unen a la gente o riegan los chismes, de si la gente te invita o te acepta por que realmente le interesa mantener algún contacto, tener tus datos a mano, por si se ofrecen, o para sentirse popular en un mundo que tiene tanto de ilusorio como de ficción.
Hace unos días, como dije al principio, Rodrigo publicó en Pildorita de la felicidad lado b, un relato sobre las páginas de caza corazones, y rememorando los inicios del chat. Definitivamente, los que comenzamos con el mirc, descubrimos en la mentira una posibilidad de nuevas relaciones sociales, y creo que, aunque de una manera muy morbosa, muchos de los que comenzamos con estas cosas, nos preparamos de algún modo para cambiar el papel por el teclado, y adquirimos la destreza necesaria para escribir a la velocidad del pensamiento.
Sin embargo, esta mentira y exhibicionismo, nos tienden muchas trampas. ¿Hasta dónde el concepto de aldea global ha dejado de ser un mero concepto?, ya no nos importa tanto la información, sino atar los cabos sueltos, sentirnos un poco Sherlock Holmes: vaya, nos preocupa más la discusión Carlos Fuentes – Abascal, que definir una verdadera postura.
Con todo esto, quise ejercer ese maravilloso derecho de réplica, y contribuir con la generación de dudas. ¿Y tú, qué opinas?

martes, 2 de diciembre de 2008

ENTRE UNA NOCHE GRIS Y EL ENSAYO DE LA BANDA EN EL GARAJE DE LA ABUELA

Qué hay de la inocencia
Hasta qué punto la perdimos cuando llegaron los ateos
a regalarnos el pan y el vino de los sueños
el acidodulcecaramelo
Escribo sin pensar en las palabras
guiada por la música que vibra entre mis dedos
y la adrenalina de una dosis extra de café

Hoy la luna está ciega de mi sangre
se me presenta con el dolor
de todos los partos que no he vivido

vamos
díctame al oído
que nadie escuche los ronquidos de mis muertos en la espalda
que nadie me ofrezca el cielo
que los buitres se cuelguen de las ramas boca abajo
que el maquillaje no apague tu risa de cincel
que mis lunas queden ciegas
que el mar reviente en las calles las aceras
que los hijos sobrevivan a sus padres
que la vida se tire de cabeza en las cantinas
que los milagros se queden sin misa
que se acabe
que se muera
que no exista
pero que la música siga

lunes, 24 de noviembre de 2008

Todos somos libros, apuntes para una "Edición de autor”




Para los que no supieron, los que no pudieron ir, y los que fueron, pero se lo pasaron viendole las piernas a la lolita de la primera fila (sic) aquí el texto que tuve el valor de leer, y ahora, en un desplante de heroismo, me atrevo a publicar.


Para los que no supieron, el viernes pasado, presentamos acá, en mi pueblo, el último libro de Ignacio Martín, Edición de autor.


No puedo dejar de felicitarte hermano, no sé cuántos libros se vendieron, pero espero que las risas del público y la Sharon Stone diazmironesca hayan sido de su agrado.




Salud.




Todos somos libros, apuntes para una “Edición de autor”
Texto para la presentación del libro Edición de autor, de Ignacio Martín
Indira Broca

Este texto no iba a comenzar así. De hecho, el inicio que les tenía preparado, era la anécdota graciosa de cómo se dio el que yo estuviera aquí hoy, hablándoles de este libro, “Edición de autor”. Pero buscando entre algunos textos que Ignacio Martín me ha mandado en el tiempo que tengo de cultivar la entrañable amistad que nos une, me encontré con una ponencia que tuvo a bien enviarme para que le echara un ojo hace algunos meses, por lo que será el propio autor el que nos dé la introducción de este texto.
Refiriéndose a un poema de Ángel González; escribe:

Cuando leo algo así, tan sencillo, un texto tan fácilmente comprensible, al menos en un nivel básico, se me vuelve un gozo y una aspiración: me encantaría llegar a ese lugar, quiero que alguien, uno solo, sienta cuando lea algo mío, la mitad de lo que yo sentí la primera vez que leí el “Para que yo me llame Ángel González.” El gozo de formar parte de una conversación, quizá milenaria, de ser parte de un todo, metafísico, esotérico, qué se yo; de un todo al que pertenecen... Pongan ustedes los nombres, no vayamos a caer en alguna polémica gratuita e innecesaria.
La aspiración, por supuesto, sería la de pasar a formar parte de ese parnaso, escribir algo que a alguien le provoque eso mismo, lo atraiga a ese agujero negro de las almas que algunos llaman dios y otros poesía, cuando probablemente sea ambas cosas.

Quise comenzar con esta cita, porque lo que dice Ignacio sobre ese diálogo es quizá, el más importante de los catalizadores de su vida y, por tanto, de su obra. No sé hasta dónde podrá colarse en las líneas de la historia, pues ésta es siempre tramposa, y juega a que se le olvidan los eventos, ¿o será que se le olvidan al que la cuenta?; lo que sí sé es que la continuación de este dialogo la hacemos todos, los que la escuchamos, la leemos, y algunos que hasta nos atrevemos a escribirla.
La literatura es parte del deseo del hombre por conseguir la inmortalidad; y yo coincido en esto; pues como dicen, no muere lo que no se olvida, y la única forma de que la historia no se nos vuelva en contra, es recordándola, comparándola y enriqueciéndola.
Por esto, ahora sí, voy a comenzar platicándoles de la experiencia como lectora, que ha sido para mí acercarme a los libros de Nacho, por lo qué sabrán disculparme si me tomo un par de minutos para comentarles un poco de su obra poética.
Quiero decir que su poesía es, sin duda, una de las voces más propias con las que me he topado en mi experiencia como lectora. Ignacio es un poeta que no escribe su poesía, sino que nos la cuenta, es imposible no escucharlo cuando leemos alguno de sus libros, no cuestionarnos, no sentirnos noqueeados (sé que Cortázar inmortalizó la metáfora en torno a un buen cuento, pero Ignacio, al contarnos su poesía, nos cuenta también una anécdota, que es, a su vez, anécdota de muchos. Por lo que vale la metáfora boxística).
Edición de autor es el tercer libro publicado de Ignacio. Permítanme hacer una breve contextualización del autor con sus anteriores libros.
Pocos saben, pero Ignacio comenzó escribiendo sonetos, hace ya algunos años, hasta llegar al libro que hoy nos congrega, Edición de autor. Con esto nos podemos dar cuenta del profundo respeto que le tiene a la palabra, a esa herramienta que usamos para comunicarnos; pero también de cómo se deben de romper las reglas: con pleno conocimiento de causa.
Su primer libro, Con toda la intención, es un libro de poemas que nos lleva de la nostalgia a la risa, a un recuerdo que no nos deja llorar, al contrario, nos invita a la sonrisa. Nos muestra el exilio como decisión, no como salida, nos acerca a las preguntas, a la vida.
Función negra, su segundo libro, desde mi perspectiva, es un libro de poemas en prosa, aunque sí, también es novela; abunda en los recuerdos, es un homenaje al poeta Julio Vélez, a Vallejo, pero también a Arreola, a sus maestros y a sus amigos. Pero ese exhibicionismo, tiene toda la maña, la trampa, de buen escritor, pues la anécdota personal, esconde, o no esconde, sugiere, el viaje que representa la madurez, ese viaje que es la búsqueda y el reconocimiento de la lucidez.
Estos dos libros, son, a su vez, distintos y hermanos, ajenos y parte de un todo, Pues Ignacio no se conforma con escribir libros, sino que (y esto puede ser en parte respuesta a lo que apuntamos al principio: la idea de que “todos somos libros” y al serlo, y dialogar entre nosotros; por fuerza, debe haber un diálogo entre los libros de papel), los libros de Ignacio tienen ese diálogo, es frecuente encontrarnos poemas o fragmentos de un libro, en otro. Entrelazando eslabones de una cadena que es la obra de este poeta.
Así, Con toda la intención, puede ser tomado como la génesis, los cimientos del que será su camino poético: el comienzo, el descubrimiento del ser, de que también se vive en la nostalgia pero el camino se tira hacia adelante. Función negra sería un flash back, como en el cine, un regreso a los momentos que marcarán, el resto del viaje, de la trama.
Edición de autor, podría ser el más distante de este diálogo, en apariencia, por el tono irónico y la determinación de jugar (que no es lo mismo que romper) con los esquemas y los cánones. Sin embargo, sigue siendo tramposamente autobiográfico, como Función negra, y nostálgico y desenfadado como Con toda la intención.
Cosa que no les he contado es que Ignacio, aparte de ser poeta, es filólogo, o sea, que tiene una ventaja: sabe de lo que habla. Por esto, Edición de autor es doblemente engañoso, algo que les comentaré más adelante.
Hablar de Ignacio es, también, hablar de Julio Vélez, poeta español, injustamente ignorado por la historia, como muchos otros; y a su vez, recordar a Vallejo.
Como escribe Anthony L. Geist, en el prólogo de Julio Vélez. Obra Poética, refiriéndose al pensamiento de este último sobre Vallejo: “Julio solía explicar que hay poetas que son el principio de un camino y otros que son principio y fin de un camino único”. Aun cuando hay poetas que lo son, como Vallejo y el propio Julio, de algún modo lo es, Ignacio defiende la idea de que “todo es un libro, todos somos libros”.
Recordemos a Vallejo; en 1918, escribió en Los heraldos negros[1]; libro emblemático para el
Modernismo, sobre todo en Latinoamérica:
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del Diciembre de ese Enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hermano, escucha, escucha……….
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que mastico… Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben… Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda……………
Y no saben que el Misterio sintetiza………
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.

[1] "Espergesia", en Los heraldos negros, Cesar Vallejo. Edición de divulgación basada en la de Ricardo González Vigil, ediciones Laberintos, 2007.

Ignacio toma el discurso nudista y reflexivo de Vallejo, el desafío de retar a los fantasmas, a la muerte. Y casi cien años después, nos regala su “Testamento”, y la lírica nostálgica, nos la devuelve como plegaria, astuta, naíf, y ciertamente, burlona cual calavera de día de muertos.
Que me convierta en polvo
y sea un buen polvo.

Que mi recuerdo sea más o menos yo.

Que no me duela a mí,
–que no les duela–
dividir mis cenizas:
allá en el Tormes
y acá en el Malecón
de Veracruz;
si no se puede, el Lago de Chapultepec.

Nada de cementerios, eso sí.

Que alguien recite la “Elegía”
y se escuche a Sinatra y su “My Way”.

Desde luego
y sobre todo,
que no ocurra mañana,
que pase mucho tiempo,
por favor.

Y que Sabina me le ponga música
si esto pudiera ser una canción.

Esta reflexión me lleva a una pregunta que es ya lugar común: si la poesía es forma o fondo. Yo diría que el autor nos invita a la reconciliación de ambos términos, partiendo de la poesía coloquial, manejada con sutil elegancia y desenfado, llevándola a un lirismo poco común, sus poemas nos recuerdan a las canciones de Javier Krahe, con una mezcla de anécdota, charla y música, que bien nos puede hacer soltar la carcajada, como ponernos trascendentes sobre la nostalgia.
Ignacio parte de la necesidad primera de cualquier persona que se aventura a profanar la hoja en blanco: la catarsis. El desahogo del ego y la decisión, muchas veces inconsciente para el hombre, mas no para el poeta, de contar algo: un suspiro, el instante del primer beso, o la orfandad elegida por cuenta propia.
Esta catarsis de la que les hablo, pasa forzosamente por un filtro: el cajón. La poesía de Nacho, además del sentido catártico y de exorcismo que nos golpea al comenzar la lectura, nos regala versos que reflexionan sobre el arte y la vida, sobre el miedo a la muerte y la búsqueda de la razón. Nos invita, pues, a buscar dentro de nosotros mismos las preguntas.
Otro tema central en el discurso poético del autor, es el oficio del escritor; y para repuntar lo que les comenté del dialogo entre sus libros, me voy a permitir citarles el poema con el que abre Con toda la intención, su primer libro.
POETA

Pues sí, escribo poesía:
hago versos;
hasta me gusta la rima,
jugar con el soneto y sus cadencias
y quitar
y poner…

Pero de eso a decir que soy poeta…

Además:
si ser poeta es ponerse medio místico,
hablar raro ―flor de juego floral—
foulard ahorcado de cuello vuelto horca;
hasta boina y camisa parisina
de marinero y con lamparones…

Ni madres.

Sigo escribiendo versos,
seguiré,
y que le den a lo de ser poeta.

Nos espeta una bofetada: su respeto por la poesía, la estética, el ritmo, la cadencia. El gusto por crear. Y siguiendo en el contexto, en Edición de autor, el mensaje se vuelve
MANIFIESTO

Dedíquense a vivir
y luego escriben.

Por Dios, no sean poetas.

O bueno, sí,
pero no vayan de ello, por favor.

Sólo así serán algo:
llegarán
a transmitir el sueño.
Ignacio nos engaña desde el título, que puede ser una provocación, pero también una invitación, pues el oficio de escribir, o el talento, no lo determinan las editoriales, sino los lectores, y a veces, la historia. Muchos temen a las ediciones de autor, como si se necesitara de alguna carta de naturalización o sello para garantizar el oficio.
Ignacio no sólo desafía esto, sino que nos lo vuelve papel, literalmente, para que nos sumemos a la creación.
Reflexiona, no sólo sobre el acto de escribir (tema recurrente en su obra) sino que también lo hace con el proceso de llevar al lector un texto; proceso que el autor convierte en poesía, en discursos que van de la risa al desconcierto, de la mofa al más profundo de los respetos, todo sin dejar de lado el engañoso exhibicionismo del que les hablé antes.
Entonces, Edición de autor es un discurso y una reflexión sobre el acto de crear, sí, pero también sobre el proceso que conlleva pasar de la creación a la divulgación, el proceso de lograr que una obra sea algo más que la catarsis del autor, y se convierta en lectura, para que entonces, se cierre el ciclo lógico de la escritura: comunicar.
Ignacio nos regala, pues, el proceso expresamente mercadotécnico, y nos lo convierte en poesía que, a su vez, busca tocarnos con preguntas sobre el hecho mismo de crear. Otra vez, cierra el círculo.
Más allá de que gráficamente, el libro sea un desafío y una provocación. El contenido poético, es, de igual forma, el medio por el que llega este desafío al terreno de la poesía, pues, de qué manera podríamos imaginarnos el estudio de mercado de un poeta sino desde la construcción metafórica de éste, tomando al lector como parte de la obra. Pero, como no se nos olvida que es poesía de lo que hablamos, y obvio, al autor tampoco, viene otra vuelta de tuerca: lo que podría ser una ironía, nos la convierte en un discurso melancólico sobre el hogar, sobre el pasado que inevitablemente nos acompaña. Los amigos, los lugares, las anécdotas y, por supuesto, los libros que forman la historia de este poeta, pero que también forman la de cada individuo que se acerque al texto.
El poeta, nos abre la puerta para más preguntas, que, como dijo Savater, la buena literatura hace preguntas, no da respuestas. Nos muestra su visión particular, como sólo se puede desde la poesía, pero nos regala, también, la posibilidad de encontrar significados íntimos, al reescribir, desde nosotros, la amistad, el acto de escribir.
Como ya dije, y recalco; este libro que hoy tengo en mis manos, es, sin duda, una muestra de lo que este poeta puede darnos; por ello, los invito a que escuchemos a Ignacio, que si al leerlo es inevitable escucharlo, tenerlo aquí para leernos, será un deleite.





sábado, 15 de noviembre de 2008

Nota en el buró, para cuando llegue su dueño


Señor:

Quisiera pedir su perdón, antes que nada, por tomarlo con tanta confianza, pero es que así me han enseñado a tomarlo, a leerlo, a vivirlo dentro de mi misma vida.
Después, me permitiré hacerle una pregunta, ¿qué será de los sabios que sólo saben lo que tienen y no quieren más, no les importa? La respuesta, sé, no habrá de revelármela aún, pues correría el riesgo de convertirme en uno; por ello, agradezco a usted, el silencio.
¿Le han dicho que tiene un aire melancólico? ¿qué se ve enfermo? a lo mejor será porque no hay vida que no enferme ni muerte que se retrase (llega al tiempo, usted sabe).
Otra vez, disculpas, por el exceso de confianza, por hablarle de tú a veces, pero es que lo estimo.
Ya es amigo, por lo menos para mí (habrase visto, que jamás me creí amiga de alguien a quien no he de verle nunca, y hoy son ya varios) y así, por suerte usted es poeta, y sus ojos son los versos que dictan mi silencio.
Le agradezco, pues, sin más preámbulos, el oficio, el amor y el respeto. La amistad y la luz. Los caprichos de ángel ateo.
Quedo de usted.
Indira Broca

viernes, 14 de noviembre de 2008

El cajón presenta...


Aquí me tienes
nadando entre los rescoldos de una conversación pendiente
en las palabras que no dijimos
no por miedo
ni vergüenza
Nadando
por culpa del tiempo
el que nos robamos
y el que nos alcanzó
Sólo así
las palabras seguirán hacia lo eterno
¿amor?

lunes, 20 de octubre de 2008

Como robando el jugo a las naranjas

Aquí se cuenta la historia de un hombre en el lecho de muerte. Se toparán: la dama fría, el hombre moribundo y una mujer arrodillada al pie de su cama.
Con respeto, a los escritores que, con su obra, hicieron posible este relato: José Gorostiza, Gabriel Celaya, Constantino Petrou Cavafis, Julie Sopetrán, Amado Nervo, Ricardo Molinari, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Francisco de Quevedo, Rosario Castellanos y Julio Vélez (a este último, en especial homenaje de esta compiladora), de quienes he bebido para realizar dicha pieza.


ACTO ÚNICO

Lugar: una habitación, a media luz, una cama en la que se encuentra un hombre de edad avanzada. (La habitación es negra, o de tonos oscuros, para acentuar el blanco de las sábanas y de la ropa del moribundo).
La mujer arrodillada al pie de la cama mira al hombre, llorosa pero sin lágrimas; lleva ropas gris claro.
La muerte está parada junto a la cabecera de la cama, pero no se la percibe hasta que se ilumina en el momento en que habla por primera vez. Está vestida de negro con detalles en plata o morado brillante (pueden ser un rosario como collar y vistas en el sombrero), con falda larga, sombrero de ala corta y blusa manga larga. Siempre estará iluminada por una luz blanca, salvo cuando habla la mujer al pie de la cama.


Moribundo:
Desde mis ojos insomnes mi muerte me está acechando, me acecha, sí, me enamora con su ojo lánguido. ¡Anda putilla del rubor helado, anda, vámonos al diablo!

Muerte:
Cuéntame cómo mueres;cómo renuncias –sabio–,cómo –frívolo– brillas de puro fugitivo,cómo acabas en nada.


Moribundo:
Piensa el tumor, la úlcera y el chancro que habrán de festonar la tez pulida, toma en su mano etérea a la criatura y la enjuta, la hincha o la demacra, como a un copo de cera sudorosa, y en un ilustre hallazgo de ironía la estrecha enternecido con los brazos glaciales de la fiebre. Mas nada ocurre, no, sólo este sueño desorbitado que se mira a sí mismo en plena marcha; presume, pues, su término inminente y adereza en el acto el plan de su fatiga, su justa vacación su domingo de gracia allá en el campo, al fresco albor de las camisas flojas. ¡Qué trebolar mullido, qué parasol de niebla se regala en el ánimo para gustar la miel de sus vigilias!

Muerte:
Un instante, no más, no más que el mínimo perpetuo instante del quebranto, cuando la forma en sí, la pura forma, se abandona al designio de su muerte y se deja arrastrar, nubes arriba, por ese atormentado remolino en que los seres todos se repliegan hacia el sopor primero, a construir el escenario de la nada. Las estrellas entonces ennegrecen. Han vuelto al dardo insomne a la noche perfecta de su aljaba.
Porque en el lento instante del quebranto, cuando los seres todos se repliegan hacia el sopor primero y en la pira arrogante de la forma se abrasan, consumidos por su muerte

Moribundo:
Pero yo quisiera ser distinto: huir,huir de la ceniza.Si yo pudiera, qué viento hermoso moveríatu sueño de aire sin cielode agua sin peces, de amor sin recuerdo;de flores que atraviesan una cuenca tristedormida sobre el polvo.



Muerte:
Hay cementerios solos,tumbas llenas de huesos sin sonido,el corazón pasando un túneloscuro, oscuro, oscuro,como un naufragio hacia adentro nos morimos,como ahogarnos en el corazón,como irnos cayendo desde la piel del alma.Hay cadáveres,hay pies de pegajosa losa fría,hay la muerte en los huesos,como un sonido puro,como un ladrido de perro,saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.Yo veo, solo, a veces,ataúdes a velazarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,con panaderos blancos como ángeles,con niñas pensativas casadas con notarios,ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,el río morado,hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.A lo sonoro llega la muertecomo un zapato sin pie, como un traje sin hombre,llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.Sin embargo sus pasos suenany su vestido suena, callado como un árbol.Pero voy también por el mundo vestida de escoba,lamiendo el suelo buscando difuntos;la muerte está en la escoba,en la lengua de la muerte buscando muertos,es la aguja de la muerte buscando hilo.
La muerte está en los catres:en los colchones lentos, en las frazadas negrasvive tendida, y de repente sopla:sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,y hay camas navegando a un puertoen donde está esperando, vestida de almirante.

Moribundo:
Nos estamos muriendo por los cuatro costados, y también por el quinto de un Dios que no entendemos. Los metales furiosos, los mohos del cansancio, los ácidos borrachos de amarguras antiguas, las corrupciones vivas, las penas materiales... todo esto —tú sabes—, todo esto y lo otro.

Mujer que duele al moribundo:
He aquí que la muerte tarda como el olvido.Nos va invadiendo, lenta, poro a poro.Es inútil correr, precipitarse,huir hasta inventar nuevos caminosy también es inútil estar quietosin palpitar siquiera para que nos oiga.
Cada minuto es la saeta en vanodisparada hacia ella,eficaz al volver contra nosotros.
Inútil aturdirse y convocar a la fiestapues cuando regresamos, inevitablemente,alta la noche, al entreabrir la puertala encontramos inmóvil esperándonos.
Y no podemos escapar viviendoporque la Vida es una de sus máscaras.
Y nada nos protege de su furiani la humildad sumisa hacia su látigoni la entrega violentaal círculo cerrado de sus brazos.

Moribundo (a la mujer):
Se va de ti mi cuerpo gota a gota. Se va mi cara en un óleo sordo; se van mis manos en azogue suelto; se van mis pies en dos tiempos de polvo. ¡Se te va todo, se nos va todo! Se va mi voz, que te hacía campana cerrada a cuanto no somos nosotros. Se van mis gestos que se devanaban, en lanzaderas, debajo tus ojos. Y se te va la mirada que entrega, cuando te mira, el enebro y el olmo.
Moribundo (a la muerte):
Mujer de mirada triste:¿dime qué ves en las velas,son espectros de la nocheo son flores de la tierra?

En tu rostro iluminadola vida rejuvenece,noche de oro en la miradapara los que aman la muerte.

Muerte:
El aceite ritual de los sentidos, que sin labios, sin dedos, sin retinas, sí paso a paso, muerte a muerte, locos, se acogen a sus túmidas matrices, mientras unos a otros se devoran al animal, la planta a la planta, la piedra a la piedra, el fuego al fuego, el mar al mar, la nube a la nube, el sol hasta que todo este fecundo río de enamorado semen que conjuga, inaccesible al tedio, el suntuoso caudal de su apetito, no desemboca en sus entrañas mismas, en el acre silencio de sus fuentes, entre un fulgor de soles emboscados, en donde nada es ni nada está, donde el sueño no duele, donde nada ni nadie, nunca, está muriendo y solo ya, sobre las grandes aguas, flota el Espíritu de Dios que gime con un llanto más llanto aún que el llanto, como si herido –¡ay, Él también!– por un cabello por el ojo en almendra de esa muerte que emana de su boca, hubiese al fin ahogado su palabra sangrienta. ¡ALELUYA, ALELUYA!

Moribundo:
Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes, ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía. Salíme al campo, vi que el sol bebía los arroyos del hielo desatados; y del monte quejosos los ganados, que con sombras hurtó la luz al día. Entré en mi casa: vi que amancillada de anciana habitación era despojos; mi báculo más corvo, y menos fuerte. Vencida de la edad sentí mi espada, y no hallé cosa en qué poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte.

Mujer que duele al moribundo (se para de la cama y va a hacia el público):
Su mano alarga la muertey de un glorioso general la frente toca.Al atardecer un diario la noticia da.La casa del enfermo se llena con muchísima gente.A él los dolores le paralizaronlos miembros y la lengua. Su mirada giray mucho rato se fija en cosas conocidas.Impasible, a los viejos héroes recuerda.Por afuera –lo han cubierto silencio e inmovilidad.Por dentro –lo ha podrido la envidia de la vida, miedo,lepra de placer, necia obstinación, ira, maldad.Pesadamente gime. –Ha expirado–. Llora la vozde cada ciudadano: "¡Su muerte ha arruinado a nuestro estado!¡Ay, la Virtud con él ha muerto!"

Moribundo (se para de la cama y va junto a la muerte, le habla al público):
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Muerte (habla al público):
Largas cintas de cintas de sorpresas que en un constante perecer enérgico, en un morir absorto, arrasan sin cesar su bella fábrica hasta que –hijo de su misma muerte, gestado en la aridez de sus escombros–siente que su fatiga se fatiga, se erige a descansar de su descanso y sueña que su sueño se repite, irresponsable, eterno, muerte sin fin de una obstinada muerte, sueño de garza anochecido a plomo que cambia sí de pie, mas no de sueño, que cambia sí la imagen, mas no la doncellez de su osadía ¡oh inteligencia, soledad en llamas! que lo consume todo hasta el silencio, sí, como una semilla enamorada que pudiera soñarse germinando, probar en el rencor de la molécula el salto de las ramas que aprisiona y el gusto de su fruta prohibida, ay, sin hollar, semilla casta, sus propios impasibles tegumentos.
como un grito de júbilo sobre la muerte –oh inteligencia, páramo de espejos! helada emanación de rosas pétreas en la cumbre de un tiempo paralítico; pulso sellado; como una red de arterias temblorosas, hermético sistema de eslabones que apenas se apresura o se retarda según la intensidad de su deleite;
Epílogo
Voz en off:
De golpe, descubrí un día que los poemas no son más que gotas de lluvia contra el ataúd de la muerte.






FIN

jueves, 16 de octubre de 2008

COCINAS LA TARDE. INDIRA BROCA

¿qué puedo decir? cualquier cosa parecería justificarse.

un abrazo a los amigos que siguen curiosenado en mis fumadas y una que otra desventura (no sean, ya escribanme algo), y un abrazo para ti nacho, por este texto, gracias.

COCINAS LA TARDE. INDIRA BROCA
Ignacio Martín
Es una inmensa alegría compartir este momento; una alegría y un honor, hace unos meses, el 16 de febrero, una bella mañana de sábado, afuera del Jaguar despertado, compartimos lectura Indira, Teodoro Villegas y un servidor; estaban presentes muchos de ustedes; les aseguro que ni en mis mejores proyecciones pensaba que esto pudiera pasar tan sólo, ¿cuánto?, poco más de tres meses después.
Ese día, Teodoro, desde su experiencia, lanzó una premonición, algo así como: a esta niña, en dos o tres años, la vamos a ver de lejos. No lo sé, no creo que la literatura, sobre todo la poesía, sea un asunto de competencias, pero sí tengo claro, desde ese día, que Indira, tan joven como es, posee una voz como pocas, fuerte, pero sin estridencias; sus versos llevan al lector, constantemente, de la caricia a la cachetada, sus referentes literarios son amplios y, sin embargo, no son evidentes o “chillones” en su escritura, ya están asimilados, algo fundamental para cualquier escritor y, sin embargo, no tan fácil de encontrar, sobre todo en los que empiezan.
Porque una cosa es el ego, imprescindible en cualquier creador, y otra la soberbia; leer Cocinas la tarde, escuchar los poemas de Apuntes para sentirse loco, que escuché aquel no tan lejano día de febrero, me mostraron a una poeta con mucho respeto, casi veneración, por lo que hacía; en los poemas de Indira Broca se siente el trabajo, y eso, en los que conocemos: nada sobra, nada falta; no hay versos flojos, puede que haya poemas que nos gusten más que otros –eso es normal, lógico, pasa siempre, con cualquier autor–, pero no hay poemas, a mi modo de ver, a los que se les pueda decir: ¿qué haces aquí?, ¿cómo te escapaste del cajón?; eso, creo, es simplemente señal del trabajo, si lo que vemos es algo redondo, acabado, quiere decir que el orfebre ha pasado horas puliendo ese metal, pero muchas más desechando piezas, o dejándolas más tiempo macerar, a ver si se les aprovecha algo; como filólogo que también escribe poesía, ese respeto, si hace falta feroz, por la palabra y la poesía, nuestras herramientas de trabajo, me parece encomiable, por lo raro, aunque no lo crean.
Ya les he mencionado un par de títulos de la obra de Indira; un recorrido por bastante de lo que hasta ahora ha escrito –tengo el privilegio de haber leído ese material, que le pedí para preparar esta presentación– me ha reafirmado en esas ideas que vengo apuntando; la fuerza y la originalidad de su poesía, sin alejarse de lo que la rodea y de quienes, sin renegar de sus lecturas y sus amigos, sin dejar de ser una mujer joven de su tiempo, esas ideas, decía, las encuentro en todos sus textos. Iré recorriéndolos y leyéndoles algunas muestras, para que vayan haciéndose una idea.
Su primer poemario, Desnuda el alma, escrito a los diecisiete años, muestra una voz joven, desde luego, aggiornata, desde luego, pero también con un punto de ancestral ironía:
III
Del lado derecho
Se encuentra esa vocecita que me atormenta
armada con el poder de la culpa,
sus aliados: el miedo y la duda.
Del lado izquierdo
estás tú,
despidiendo en cada poro
las ansias y delirios
por un sudor ajeno.
Nuestro premio está enfrente,
semidesnudo:
y como no son días de guardar
nos lo tiramos

Con eso de los diecisiete años, podríamos pensar en una trampilla muy propia de los escritores, jugar con las fechas; sin embargo, tomando en cuenta la edad de Indira, creo que no hay margen para el juego, o sea que eso que les acabo de leer es la voz de una joven que sale de la adolescencia, pero también la voz ancestral, como mencioné, de la mujer que se rebela contra los lastres que se le imponen, que sólo habla por ella y que, por eso mismo, se vuelve voz de muchas; parece que es un diario, un tono muy propio de una voz adolescente; sin embargo, esa mujer joven habla con su cuerpo, y el cuerpo, a través de la poesía, le contesta, y habla también con el alma (o la mente, ¿que no es lo mismo?); el cuerpo, entonces, cobra voz, el cuerpo se personifica, para los que gustan de los nombres técnicos, hay una paradójica prosopopeya: el cuerpo, la forma de una persona, se personifica; y déjenme decirles que ese verso final es clave en el poemario: “nos lo tiramos”, una frase que, si sacamos de ese contexto, para muchos sería vulgar, en ese contexto, gracias a la poesía, adquiere un tono que podría ser incluso metafísico... por lo que implica de autoafirmación.
Indira, tras este poemario, escribe dos libros, Poemas en Garamond, en el que vive ahora –porque si los escritores viven sus libros, los poetas, los viven, sí, pero también viven en ellos; lo que no suelen hacer es vivir de ellos– e Imágenes extraviadas, compuesto por dos poemarios: Escala de grises y Cocinas la tarde, esta plaquette que hoy presentamos.
Ya sé que los poemas que les estoy mencionando están inéditos en su mayoría, ya sé que sólo estamos presentando una plaquette; sin embargo, soy filólogo, y he podido acceder a unos textos que creo que merecen la pena, por lo que permítanme que, en esta presentación, continúe aprovechando esa circunstancia y les muestre un breve recorrido por una obra que, seguro, va a tener numerosos lectores y acercamientos críticos como éste.
Este paseo literario sigue en Escala de grises; pero esa voz del primer libro ahora suena como de blues: rasgada, profunda, tierna y, sobre todo, siempre con ese solo final, digno de Charlie Parker o del protagonista de “El perseguidor”, de Cortázar:
XVI
Me has matado
y te aferras a mi muerte
vaciando cartuchos de pólvora

Clavas tu aguijón
envenenas mis muslos
rompes la carne

Cuando libere mi cadáver
dudo que sobrevivas

Rizaré el rizo y me saltaré al último libro antes de pasar, por fin, a Cocinas la tarde, desde luego, el protagonista de hoy; seguro que sabrían perdonarme la digresión pero creo que la poesía de Indira merece el esfuerzo. Antes, pues, de llegar a nuestra plaquette, algo de Poemas en Garamond, un poemario en el que Indira se está atreviendo a jugar con la literatura y con el propio libro como concepto, como objeto formado por esos signos con los que nos comunicamos; hay un poema cuyo título son dos puntos; el de otro, un asterisco; les muestro uno que es toda una reflexión sobre la poesía y la creación y que, a mi modo de ver, dialoga, por ejemplo, con el que les leí de Desnuda el alma; me parece que es la misma voz, pero ya teniendo muy claro qué es lo que quiere decir:
CÓMO QUIERO QUERERTE CUANDO QUIERES
No sé nada de poesía
Aún no sé si existes
o te invento

¿Se acuerdan de Huidobro? En 1917 escribió un poema que se tituló “Arte poética”; la conclusión fue básica para entender el cambio radical que significaron las vanguardias en la concepción del arte en su conjunto; todo era posible, cada hecho creativo podía encerrar el alfa y la omega:
Arte poética
Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas.Una hoja cae;
algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
el adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
como recuerdo en los museos;
mas no por eso tenemos menos fuerza:
el vigor verdadero
reside en la cabeza.

Por qué cantáis la rosa,
¡oh, Poetas!Hacedla florecer en el poema.

Sólo para vosotros
viven todas las cosas bajo el Sol.

El poeta es un pequeño Dios.[1]


Si eso es lo que Vicente Huidobro escribía en 1917, Indira, casi 90 años después, bebe de Huidobro pero, dando una vuelta de tuerca, nos dice:
Piensa en tus padres si no quieres hacer el amor
Grita blasfemias
Corre al confesionario
Miente al diablo
y no te olvides de mentirle a Dios

O sea, que la poeta no sólo es un pequeño, o no tan pequeño, dios; la poeta sale de la poesía y, a través de ella, se ordena a sí misma, la ruptura total; pero no se lo ordena a sí misma, o no sólo, porque esa voz se dirige a un lector, o sea, la orden también nos la da a nosotros; si todo texto necesita del lector para ser concluido, en poesía, y en eso imagino que todos estaremos de acuerdo, este proceso es fundamental, y de ida y vuelta; el lector es imprescindible, tiene que ser un poco el poeta, como el poeta tuvo que ser su primer lector, y entrar en esa dinámica.
Y si en el primer poema que les leí el cuerpo se volvía personaje, en Cocinas la tarde, los personajes son aún más intangibles; el reflejo, el otro, el receptor, o sea, el lector en el que piensa la autora, recibe también “lo suyo”, con ese tono irónico siempre presente:
[…]
Eres la suerte que nunca tendré
la promesa del paraíso
en manos de un ateo

Incluso, la propia poesía se vuelve personaje, encontramos versos que reflexionan sobre el hecho creativo: “La pausa es el mundo en la elipsis”.
En fin, por todo ello, me pareció importante llevar a cabo este recorrido por una obra que, tarde o temprano, van a conocer; espero haber sabido mostrarles a una poeta, Indira Broca, que considero que nos ofrece una voz propia y una casi veneración por la palabra.
Y sólo así, habiéndose exigido a sí misma todo, puede obligarnos, como lectores, a poner nuestra parte.
Se darán cuenta de que apenas he leído fragmentos de Cocinas la tarde, plagiándome a mí mismo, les diré que ha sido con toda la intención; para qué leerla yo si ella está aquí.
Disfrutémosla.
Gracias.


[1]Huidobro, Vicente. El espejo del agua (Buenos Aires, 1916), tomado de http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=ver_poema1.php&pid=1268

viernes, 19 de septiembre de 2008

El cuarto pie del gato

*Nota.
Ésta es una columna que circula en una revista de mi pueblo, y para resarcir ciertos daños que se puedan generar, la dejo al aire para quien quiera opinar.

septiembre 2008

Septiembre, mes de la patria. ¿Cuántas veces hemos escuchado esa frase (y otras semejantes) en las últimas semanas?
Sólo escucharla me trae, curiosamente, más dudas que verdades.
Primera. ¿Por qué septiembre?, ¿qué los demás meses no pueden serlo?, ¿no quieren?, ¿se les tiene prohibido?
Segunda. ¿Qué es patria?
Según el Diccionario de la Real Academia Española, Patria quiere decir: f. Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos. Lugar, ciudad o país en que se ha nacido.
Según esto, se podría decir que septiembre es el mes del país; sin embargo, ¿es esto verdad?. Qué es lo que realmente hacemos por esta patria que se empeñan todos en hacérnosla amar desde pequeños. Con ese amor hipócrita del que va todos los días al templo y llega a casa a pelearse con los vecinos y odiar a sus semejantes.
Luego, las recientes actividades, tanto políticas como sociales, me hacen cuestionarme sobre ese amor (desmedido a mi ver) a la patria. Y sobre si somos personas coherentes con nosotros mismos.
Por ejemplo: ese nacionalismo con el que una parte de la “izquierda” mexicana llama a la defensa del petróleo, como si no nos lo estuvieran ya robando ellos mismos. Aunque suene antigua la cantaleta de los excedentes petroleros, por ejemplo.
La polarización de las opiniones, y la visceralidad de los argumentos de la “izquierda”, me hacen darme cuenta de que la única verdad sostenible es la falta de información sobre el tema.
El hecho es de que la población de a pie no sabe realmente a quién beneficia la reforma de PEMEX. Y, curiosamente, los argumentos más sólidos vienen de la derecha.
Cabe definir algunos puntos, como el hecho de que lo verdaderamente importante no es privatizar PEMEX, sino asegurarle al país los ingresos suficientes para estar preparados para los grandes cambios mundiales, que ya se están dando y que se avecinan. Como el hecho de que el petróleo, tarde o temprano, quedará obsoleto ante las nuevas fuentes energéticas, y la incapacidad de PEMEX para explorar en aguas profundas.
Por estas y otras preguntas –que iré tratando de ir poniendo en orden–, me cuestiono el significado de patria, en una sociedad que se aferra a retener un recurso que, como el dinero, debe circular para no perder valor. A costa de un sentimiento, más patriotero que patriótico.

lunes, 4 de agosto de 2008

La literatura puede cambiar el mundo, siempre que no intente cambiarlo.

Ponencia para el Foro de Consulta Arte, Cultura y Patrimonio.
Poza Rica, Veracruz. Julio de 2008

Quiero aprovechar este espacio, no para exigir presupuestos que muy pocas veces se logran (desafortunadamente) ni buscar el hilo negro en el arte, sino para exponer un ponto que, en mi experiencia, es fundamental para lograr un verdadero avance en el fomento a la literatura, desde lo pequeño.
Los grandes políticos, sociólogos, pensadores, han trascendido en la historia, por los cambios que de ellos han surgido, pero la verdadera base, es que estos, apostaron a futuro, a crear conciencia, a educar.
Para ilustrar mi punto, quiero citar a dos naciones que hoy por hoy están en boga, India y China, ambas han pasado de la marginación internacional, a ser punta de lanza en el desarrollo mundial, esto porque hace 30 años, decidieron apostarle a la educación, y hoy ven los frutos de esa determinación.
Mi propuesta es tal vez muy simple, pero requiere del máximo compromiso.
Establecer un nexo entre los niños y jóvenes con la literatura, para ello se necesita gente que sepa de literatura en las escuelas, implantar un programa de talleres de lectura, organizar redes de inducción, crear un circuito de talleres literarios (y es de este último del que me encuentro capacitada para hablar), no como parte de un programa de estudios, pues estos tienen el sello del oficialismo, que, sin demeritarlo, muchas veces da miedo a la mayoría de los alumnos, al pensar en calificaciones y reprobados.
Un taller literario, que tenga como primer objetivo, recrear el gusto por la lectura, motivar a los integrantes a seguir leyendo, esto, de la mano de un coordinador que sepa ubicar los gustos literarios de cada asistente, sin enaltecer o demeritar unos y otros.
Como segundo objetivo, llevar de la mano a cada participante y hacerlos debatir entre ellos. Inducirlos a la búsqueda de los valores estéticos y de trascendencia, dando las herramientas básicas para ello. Y como tercer objetivo, la realización de textos literarios entre los participantes.
Cabe señalar que el promedio de integrantes de un taller literario, es de 5 y 15 personas, para lograr una comunicación sin vicios y un trato de equipo, pero también personalizado. Y el tiempo que dura un taller literario, para tocar todos los puntos y lograr resultados, es de 3 años, aproximadamente.
De cada generación en un taller literario, no saldrán todos siendo escritores, pero sí saldrán lectores, buenos lectores, con gusto y capacidad para emitir un juicio de valor, estos a su vez, serán público cautivo, y con inclinación hacia los valores estéticos de la vida en general.
Por ello, es necesario establecer un circuito de talleres, para abarcar la mayor cantidad de foros de expresión.
Si bien, esta clase de trabajo no va dirigida a las masas, es su carácter de petit comité el que hace posible un verdadero cambio.
Las relaciones interpersonales son las verdaderamente trascendentes, en la vida y en la historia, los grandes cambios de pensamiento, los han gestado grupos pequeños, que logra contagiar a las masas, puedo citar muchos, pero me conformo con citar a la generación del 27 en España, o a los del Boom Latinoamericano, como ejemplo.
Muchas gracias.

lunes, 14 de julio de 2008

Manifiesto

No me importan las costumbres
los días de guardar
las bienvenidas
los sonetos

no me importa la poesía que no vive en la vida del que la escribe
los consejos
me importa la vida
acaso
ocaso de la vida es lo que importa

Los momentos
los instantes
las rachas de suerte
buena o mala
el peligro y el azar
las discrepancias las luchas sin cuartel

Me importas tú
atado a mi cama con hilos deseo
amarres de insomnio compartido

martes, 24 de junio de 2008

A Samantha


Llegaste sin saber
sin dar aviso

No me importa lo que digan los instantes
eres cielo en primavera
el orden para el caos de mis infiernos
mi anhelo sin espera
mi sueño sin recompensa

Cómo crearle flores al jardín

Tal vez por eso no te escribo

Y sin embargo eres mis tijeras
mi cajón mi musa
mi nostalgia

No eres futuro
ni presente

Vives y das vida al que te la regala
amor,
acierto y desventaja
Amor


miércoles, 4 de junio de 2008


amigos, complices, colegas:

Ya sé que algunos se sorprenderán, otros se alegrarán, pero bueno, espero que todos, o la mayoría, puedan acompañarme a mi 'presentación en sociedad'; no se preocupen, puede haber fiesta, pero no son XV años, al menos no unos de pastel y baile, aunque, como ven en la invitación, hay quinceañera (yo, no es que me quite años, es para que funcione la metáfora), y chambelanes (mis presentadores, tres, más los que se acumulen).

Pues sí, presento un libro, un librito, una plaquette de poesía, Cocinas la tarde; me acompañaran amigos, pero que resulta que también la rolan de poetas, editores, cineastas, y van a hablar del libro (espero, y espero que no muy mal), y de mí (espero que...); y de poesía, sobre todo de poesía.

Y ahí va a estar Pellicer, y es viernes por la tarde, y la tarde va a estar rica... esperamos que el dios Tlaloc se apiade un poco y nos de tregua,

No sean... acompáñenme.

Gracias, los quiero.

Indira.

martes, 6 de mayo de 2008

Poemas sueltos

...

Cómo puedo escribir de amor
con tu llanto ensombreciéndome las musas

Yo comprendo que no entiendes
que no te importa

Sólo apelo a la cordura
a los momentos
en que me reconozco sola

Cómo quieres que te escriba un poema
si no me dejas inspirarlo

...
…¿De quién sino del miedo
es sombra el hombre?...
Ángel Carlos Sánchez

Siempre habrá quien te nombre
quien diga que soy
que no puedo
como si tuviera el mundo en las falanges
No respondo
no hay caso
donde el juez no hay réplica
Si hago bien
mal
quién puede saber
acaso tú
Uno sabe
pero se olvida de que sabe

No comprendes
pero ya lo vives
lo sientes

miércoles, 16 de abril de 2008

Señito, es que no mi-hallo.

Y dale con lo de las empleadas domesticas. Cuanta gente hay que las defiende, sí, son seres humanos, tienen derechos, vida propia; pero ¿qué nadie les enseñó a pensar? o de plano son tan inteligentes que nos ven la cara de pendejos. Para quienes no sepan, tengo una hija pequeña y trabajo todo el santo día, así que soy del grupo de mujeres que se ven forzadas a recurrir a los servicios de las empleadas domesticas, mejor conocidas como chachas (sin agravio) y la última que tuvo a bien legar a mi casa fue todo un acontecimiento. Muchachita de 17 años con más vida amorosa que su servilleta, un look entre lolitesco y Boteriano y las ganas de trabajar de cigarra de fabula.
Llegó hace unos mese a mi casa por un anuncio en los clasificados, muy contenta dijo llenar los requisitos y aceptó gustosa la paga que se le ofreció.
Al principio, todo era miel sobre hojuelas, llegar a casa y encontrarla limpia, al piojo (mi hija para quienes no sepan) bañado, cenado y dormido; todo en orden, llegó el primer sábado, día de raya, le pagué y se fue contenta –nos vemos el lunes- yo rezando porque regresara tal como lo había prometido. Llegó el lunes: las seis, las siete, las ocho; justo al filo de las nueve, ya resignada a llevarme a Sam a la oficina, suena mi telefono -Seño, estoy en la cola del taxi (habrá que acotar que la mentada estación de autobuses queda como a tres cuadras de mi casa), ya voy para allá- me lleva, pues te dejo la llave con la vecina y vas por la niña a la escuela, en la tarde hablamos. –si señora, como asté diga- bueno, por lo menos no se había rajado a la primera semana.
Pasó la segunda sin mayores contratiempos, hasta el jueves (para acabar, media quincena) –que ya no hay nada en el refri- pero si acabo de ir al super, ¿y las dos cajas de cereal? ¿el pollo? ¿los huevos? ¿la fruta? Todo, y vamos, tengo una hija de cuatro no un pelotón de regimiento; pues resulta que la señorita tenía la sana costumbre de sentarse desde las dos de la tarde y fletarse toda la barra de telenovelas (que dura hasta las once) con una caja de cereal, cinco plátanos, tres peras y los restos del guisado de la tarde, pero si me sale mas cara que un marido. Bueno, algún precio extra hay que pagar por que me lave las tres garras que ensuciamos al día.
Hasta ahí la cosa no andaba del todo mal, pero no debí cantar tan rápido victoria, imaginen, medio bohemia y floja que es una, y recibir una llamada a las 6 de la mañana en sábado, encima, -amor- ¿con quien desea hablar? –hay perdón, ¿se encuentra Susilita? No, se fue hace diez minutos, -¿le podría decir que le habló su novio?- Sí, yo le digo; pero le digo que si me vuelven a despertar, el novio, la mamá o la chingada a semejantes deshoras en fin de semana, la demando por daños y perjuicios. Bueno, en realidad lo pensé; no me vaya a dejar botada la chamba para la siguiente semana.
Y así comenzó lentamente mi dolor, primero, las compras que antes duraban mas de quince días hoy no alcanzan ni para la semana, y cada que llego a casa es pelear. Que si el baño, la sala, el cuarto de las niñas, nada está donde se supone debería; que le voy a hacer, al menos vigila a la niña.
Al cabo de un mes, la señorita estaba ya instaladísima en la sala, los controles de la televisión y el DVD (únicos de la casa) no podían estar a más de cincuenta centímetros de distancia de sus suaves y tersísimas manos de princesa (cosa que me demostró el empeño de la muchachita por los quehaceres domésticos.
Pasado el primer bimestre, la cosa llegó al punto que debía evitar estar en casa para no molestar a la señorita, no fuera a ser que el lunes siguiente se olvidara de llegar a casa y me partiera la vida en dos.
Pero fue hasta hace un mes que el dulce pan en el que a veces se convierte su servilleta, se llenó de lama verde y acabó por indigestar.
Llegó el sábado, Susilita, aquí tienes tu dinero, y pues muchas gracias, pero ya no necesito de tus servicios, -Entiendo seño- y trata de cambiar tu actitud nena, si quieres durar en un lugar. –si señora, comasté diga-
Y bueno, se supone que yo, para esto, había encontrado no a una, sino a tres muchachas, que ahora sí se veían con ganas de trabajar. Oh sorpresa y decepción, ninguna llegó, así que ahora me tengo que dividir en para medio atender las dos vidas que me cargo.
Ayer me dijo una amiga, ya para acabar, se me hace que la Susi te está haciendo brujería y vas a acabar recontratándola –que te operen- ¿y si sí?

lunes, 31 de marzo de 2008

Reclamo

Yo te cuelgo
Madre
Yo te cuelgo
Te asesino con palabras
para no matar tu historia
por que llegaste tarde a tu alumbramiento
y no viste la hora de tu cita con la noche
Llegas tarde a la poesía
para evitarme caer ante las palabras
con las que te asesino

miércoles, 26 de marzo de 2008

SMS ( Soneto medio soneto)

Hay pisadas que se oyen desde lejos,
otras que están marcando territorio.
Hay pisadas que toman por sorpresa
y las tuyas, que suenan a canción.

Hay pisadas que buscan una huella,
otras que se trasmutan en sendero.
Hay pisadas que suben por la espalda
y las tuyas, que van al corazón.

Hay pisadas como eco del destino,
hay otras que marchitan lo que tocan
y otras que son, para el amor, camino.

Hay pisadas de vida, otras de instante.
Hay pisadas de amor, como de guerra.
Hay pisadas que van; otras, regresan.

sábado, 15 de marzo de 2008

texto de...

Javier Cercas, “¿Por qué escribir?”;
El País Semanal, 11 de marzo de 2007

Escribo porque me encanta que me pregunten por qué escribo. Escribo porque me aburro y porque si no escribiera me aburriría muchísimo más. Escribo porque escribir no sirve absolutamente para nada y sin embargo mientras escribo tengo la absoluta seguridad de que sirve absolutamente para todo. Escribo porque absolutamente nada tiene ningún sentido y sin embargo mientras escribo absolutamente todo parece tener un sentido absoluto. Escribo para leer mejor y también para dejar de vez en cuando de leer, porque el mucho leer embota (esto último lo dijo Nietzsche, que escribía pensamientos paseados). Escribo para escribir algún día un libro paseado. Escribo porque a los ocho años leí Pimpinela escarlata y desde entonces no he hecho otra cosa que intentar plagiar esa novela. Escribo porque a los 15 años yo era un salido y un día otro salido que además era un cabrón me dijo que escribiendo se ligaba, y cuando descubrí que me había engañado ya era demasiado tarde para quitarme el vicio. Escribo porque a los 15 años yo tenía una profesora radiante: un día la interrumpí en clase al grito de que estaba buenísima y ella, que estaba explicando a Borges, me expulsó de clase y yo me impuse como penitencia la lectura de las obras completas de Borges, cosa que todavía no he terminado de hacer y que no creo que termine de hacer nunca, porque en realidad es imposible. De más está decir que escribo porque a partir de los 15 años no me ha pasado absolutamente nada que tenga algún interés. Escribo porque me pagan por escribir tonterías. Escribo porque todavía no he encontrado una forma más decente de ganarme la vida. Escribo (me explico) porque no sé hacer nada útil, ni siquiera atarme los cordones de los zapatos: si supiera curar a los enfermos, no escribiría; si supiera rematar en plancha un libre indirecto, créanme, no escribiría. Escribo porque sí y porque me da la gana, y a quien le parezca mal que me lo diga en la calle. Escribo para poder pensar (esto, creo, lo dijo Cabrera Infante). Escribo porque cuando escribo tengo la impresión acusadísima de que soy una persona inteligente y también de que todos los que me rodean son todavía más inteligentes que yo, sólo que ellos no se dan cuenta.Escribo para que me lea mi madre, que es la única que me leía cuando no me leía nadie y la única que me leerá cuando ya nadie me lea (¡un abrazo, mamá!). Escribo para que me lean dos tipos que están muertos y dos o tres que todavía están vivos. Escribo para que me lea usted (¡sí, usted, el de la tercera fila, no se esconda!). Escribo porque escribo como Dios (esto, Dios me perdone, es mentira). Escribo porque no creo en Dios. Escribo porque en un mundo sin Dios, escribir, como reírse (pero esto lo dijo Kafka), es casi una obligación moral, o quizá metafísica. Escribo para llevar la contraria, pero todavía no he descubierto a quién. Escribo para entender cosas que sé que no hay manera humana de entender, con la esperanza de que ese esfuerzo fracasado por entenderlas sea ya una forma de entenderlas. Escribo porque la vida es una mierda, y los hombres, un hatajo de indeseables y de cobardes, pero cuando escribo salgo a la calle cantando canciones tirolesas y sintiéndome John Wayne y con ganas de abrazarme al primero que pasa y echarme a llorar de tristeza en su cuello. Escribo porque si no escribiera no tendría ni un solo motivo para respetarme, muy pocos para levantarme por la mañana y casi todos para convertirme en un peligrosísimo oligofrénico, de lo que se deduce que el Estado debería subvencionarme para que siguiera escribiendo. (No escribo, por cierto, para que me quieran más: las personas que me quieren me querrían igual si no escribiera, y las personas que no me quieren no me querrían ni aunque dejase de escribir). Escribo para joder a los que no quieren que escriba y para alegrar a los que quieren que siga escribiendo. Escribo porque, entre nosotros, escribir mola (esto, seguro, debió de decirlo alguien, probablemente un chino). Escribo por todas estas cosas y por muchísimas más. En realidad, escribo por casi todo, porque cualquier excusa es buena para escribir. A veces (Dios me perdone) he llegado incluso a escribir para hacerles creer a quienes me leen que no quiero que me pregunten nunca más por qué escribo.

jueves, 13 de marzo de 2008

lecturas

Me gusta tener amigos poetas y uno que otro narrador. Me gusta que me lean mis amigos aunque me critiquen y mas me gusta auto criticarme en las lecturas de otros.
Me gusta leer sin ponerme a pensar en como o cuando fue escrito lo que leo, incluso me vale un chícharo si lo que tengo en frente sea la traducción gachupina de un novelón de la generación Beat (esto lo digo como mera lectora de ocasión)
Adoro las tardes de primavera sentada al pie de un árbol y peleando con un ejercito de hormigas, siempre y cuando me acompañe Monterroso o Moupassant.
Para el estrés lo mejor es Héctor Carreto, mientras que no hay como Neruda para el amor y Bukowski para tirarse a la lona.
Lo confieso, me gustan las novelas de Isabel Allende aunque sólo sea por ese olor a tierra húmeda que me inspiran, también los chistes de Condorito y las puntadas de Homero Simpson.
No he leído a Pellicer en forma, pero coincido en que la iguana y yo somos amigos verdes. Me vale que un poeta laureado le eche mierda a Benedetti, lo digo con orgullo, me he corrido con uno que otro poema.
Y puedo cantar las del Sabina (algunas, no todas) y las horas pasaban de prisa, entre el humo y la risa… de sor Juana solo lo básico, y de Vallejo me quedo con de algún pan que en la puerta del horno se nos quema, y que Trilce siga guardado en el cajón. De mujeres, la Rosario, por decreto, Elisa Ramírez Castañeda por casas siderales, Silvia Tomaza, Pizarnik, alfonsina y otras tantas… todas una y a la vez ninguna, todas tiempo, magia, sexo, amor-odio, reflexión.
Hay otros de los que no me acuerdo, como Antonio Plaza y Machado, creo que los leí muy joven.
Pero si he de deberle esto a alguien, se lo debo al señor Sabines.
Hay Tarumba!

jueves, 28 de febrero de 2008

No pretendo que esto sea un poema,

Es mas, ni siquiera me importa si tiene tempo ni ritmo
no quiero leer lo que va saliendo con el paso de mis dedos por el teclado, solo quiero exorcizar mis pensamientos, vaciarme de todos los dolores que me albergan, hasta encontrar la raíz del sentimiento que me llevó a hacer esto.
No me interesa si hago esto por un rostro, por un poema, por un susurro en medio del gozo.
En realidad creo que lo hago por todos y por nadie, por la poesía que nunca había sentido en mi piel con tanta fuerza como la conocí ayer.

Estoy hasta la madre de llevar poemas al taller, de que unos me digan que no sirvo y nunca me digan por que, de la burocracia, del proselitismo de mierda que me corroe y de no saberme yo, más que a través de otros.

Tengo miedo, tengo sueño, tengo hambre, sed y frío.
Se que para unos no represento nada, y que para otros soy sólo menos que aprendiz, no me importa, así como tampoco me importa ser la revelación que la poesía latinoamericana estaba esperando, sólo quiero, de ser posible, que algún incauto me publique un libro, y que otro incauto lo compre, y otro mas se lo pida prestado, y despertar una emoción en el.

Tengo mucho que contar, debo comenzar por eso, debo leer como cuentan sus historias los demás, y escuchar los ritmos de la vida.
Tengo hambre de hablar, pero ahora debo quedarme callada, si quiero comenzar a escribir en serio debo guardarme las palabras.
No se trata de economizar el lenguaje como si no hubiera para más, pero si de tener mesura con las grandilocuencias, enfatizar los lugares comunes y abreviar en los discursos que no llevan a nada.
Tengo que invertir más en libros, leer cosas que antes no leía, y a los de cajón que siempre evito. Debo comprarme un diccionario, poner orden en mi ortografía, comenzar a usar la correcta puntuación y la gramática.

martes, 29 de enero de 2008

Diario de una joven gata

Dicen que uno no escoge a su gato sino que el gato lo escoge a uno. Y eso es lo que podría explicar los acontecimientos del domingo pasado.
Caminaba por la calle mas solitaria del centro “histérico” de la ciudad buscando algo para aplacar la tripa dominguera cuando al pasar por el “jaguar” (para mis lectores fuera del estado el jaguar es como se le conoce a una galería de arte treintagenaria del centro esta ciudad de las dos mentiras) me percato de la presencia friolenta y tristona de un gatito que no debe pasar de los 6 meses muy mal vividos y me detengo para observarlo, a lo que este responde arrimándoseme a las piernas como marinero a la proa de un barco hundiéndose.
Lo acaricio y le digo algo que parece haber entendido a la perfección pues responde al instante con un maullido de tristeza y abandono, le pregunto si quiere ir conmigo y lo dejo en el suelo. Comenzó a seguirme un par de cuadras, hasta que los autos me dieron escalofríos y decidí cargarla.
Resulta que no es gato sino gata, que tiene una gripe del carajo y un hambre de varios días. La llevo a la casa como quien se le ha robado una pierna de cerdo al carnicero y la escondo dentro de mi suéter.
Como siempre en la cocina no hay nada decente para un humano y menos para una felina con severos rasgos de desnutrición, así que me sumerjo entre las latas de frijol y chiles hasta encontrar una de sardinas rezago de la inundación.
La señorita comió como si me odiara y luego fue a instalarse en la cobija de mi cama.
Ahora me siento una visita de mi casa, mientras mi nueva gata se aclimata a su nuevo hogar y yo me acurruco en una orilla de su cama.

martes, 15 de enero de 2008

Primera parada.

Comenzar a escribir es casi como cortejar a un desconocido.
Primero lo miras a la distancia para medir su posible interés de fondo, luego viene el contacto visual y el lenguaje corporal que muchas veces dice más que las palabras,
Vas tanteando el terreno hasta que esta preparado para un primer arribo interpersonal.

Muy parecido es el acto de escribir, primero haces contacto visual con la hoja en blanco, escribes algunas palabras sueltas, borras estas y recomienzas un par de ocasiones, hasta que se encuentra lista para comenzar el affaire con el texto.

Cuanto mas cerca estoy de la verdad más confundida me encuentro…

Busco entre las muestras de mi gente un punto en común donde pueda comenzar el desarrollo de este tema que me tiene sin poder dormir…

Las mujeres de 20 años en la actualidad son un tanto vacías y dadas a la vanalidad,
Decía una amiga que no confiaba en las mujeres que usan zapatos de tacón…
Que mas puedo agregar a todo esto?¿es acaso el distanciamiento propio de mi como individuo ante una generación a la que me niego a pertenecer?

¿Qué es la atemporalidad?

Creo que debo comenzar por eso… el echo esta en que no estoy dentro de una generación establecida sino que deambulo de una a otra con influencias de por medio.

Dejo estas primeras preguntas,

Esperan su respuesta…

Entrevista con Jair Cortés

(entrevista realizada en Enero del 2007)

Jaír Cortés Montes nació en Tlaxcala en 1977, pero su infancia y parte de su adolescencia la vivió en Tuxpan Veracruz, donde se inició en el camino de las letras.
Premio Poesía Joven Tamaulipas 1999 y Premio de Poesía Dolores Castro del ITC. Aparece en varias antologías de poesía mexicana, entre ellas Creación joven 1979-1999 (CONACULTA-Secretaría Cultura del Edo. de Jal. Autor de más de diez títulos de poesía, como A la luz de la sangre (FETA, 1999) y Tormental (ITC-Universidad Iberoamericana, 2002).
Ha dedicado parte importante de su tiempo en la promoción de la lectura y la difusión de la literatura en diversas partes del territorio mexicano.

¿De que manera sirves a la poesía?
Quizá sea muy pronto o este yo demasiado cerca de mi obra como para poder saber que es lo que he agregado, pero lo que si creo que he agregado es una voluntad por lo menos de tener una conciencia critica y de oficio del escritor. –Señala.
Así mismo reconoce su labor de difusión. –He dado clase en centros de rehabilitación social, en hospitales, comunidades marginadas.
Y a la inversa, ¿que te ha dado a ti la poesía?
La forma en la que yo veo el mundo esta hecha a través de la poesía, mas que un cristal… es una parte esencial en mi forma de vislumbrar las cosas. –Apunta el autor que la poesía le ha ayudado a comprender muchos procesos de la vida cotidiana. En sus propias palabras: “combina inteligencia y emoción. Esta presente en la formas en las que yo aspiro a cambiar”
Habla también del discurso que se puede entablar con autores todas las épocas mediante a la obra que dejaron. “la libertad radica en liberarse de las cadenas del tiempo”
Retomando el termino de dialogo, ¿como es tu dialogo dentro de la poesía?
Tiene que ver con un proceso critico, pero sobre todo emotivo e intelectual… me refiero a todo lo que tiene que ver con mis emociones, con mis sensaciones, con el mundo sensorial y sensacional…cita al poeta Jorge Ortega, quien decía que leer a otro poeta es como frotar dos piedras que echan chispas y encontrarla capacidad de incendio que pudieran tener.
Háblame de Tuxpan.
Tuxpan es un lugar al que yo le tengo mucho cariño; es un lugar que está presente en casi toda mi poesía… está el elemento del río, de la gente de la condición del habla natural de las personas que viven ahí. De Tuxpan son dos poetas muy importante que ha dado la literatura mexicana, como es Manuel Maple Sarse; quien perteneció a un movimiento importante de la vanguardia mexicana, que fue el movimiento estridentista. Y en 1950 nace un poeta que se llama José Luís Rivas.
Apunta el autor de DISPERSARIO que Tuxpan es una zona mental siempre presente en su vida. –un mapa emotivo que tiene que ver con su geografía… pasé muchas de mis experiencias vitales cerca de la playa, (en) contacto con la naturaleza. -en pocas palabras, para Jair Tuxpan es “redescubrimiento y asombro”.

IV Encuentro Iberoamericano de Poesía

IV Encuentro Iberoamericano de Poesía
Villahermosa, Tabasco.

En la presentación de De Triangulos Oscuros

En la presentación de De Triangulos Oscuros
8 de marzo de 2008

lctura en Tulancingo, hidalgo, dentro del 2 encuentro de escritores realizado en esa ciudad

lctura en Tulancingo, hidalgo, dentro del 2 encuentro de escritores realizado en esa ciudad