miércoles, 16 de abril de 2008

Señito, es que no mi-hallo.

Y dale con lo de las empleadas domesticas. Cuanta gente hay que las defiende, sí, son seres humanos, tienen derechos, vida propia; pero ¿qué nadie les enseñó a pensar? o de plano son tan inteligentes que nos ven la cara de pendejos. Para quienes no sepan, tengo una hija pequeña y trabajo todo el santo día, así que soy del grupo de mujeres que se ven forzadas a recurrir a los servicios de las empleadas domesticas, mejor conocidas como chachas (sin agravio) y la última que tuvo a bien legar a mi casa fue todo un acontecimiento. Muchachita de 17 años con más vida amorosa que su servilleta, un look entre lolitesco y Boteriano y las ganas de trabajar de cigarra de fabula.
Llegó hace unos mese a mi casa por un anuncio en los clasificados, muy contenta dijo llenar los requisitos y aceptó gustosa la paga que se le ofreció.
Al principio, todo era miel sobre hojuelas, llegar a casa y encontrarla limpia, al piojo (mi hija para quienes no sepan) bañado, cenado y dormido; todo en orden, llegó el primer sábado, día de raya, le pagué y se fue contenta –nos vemos el lunes- yo rezando porque regresara tal como lo había prometido. Llegó el lunes: las seis, las siete, las ocho; justo al filo de las nueve, ya resignada a llevarme a Sam a la oficina, suena mi telefono -Seño, estoy en la cola del taxi (habrá que acotar que la mentada estación de autobuses queda como a tres cuadras de mi casa), ya voy para allá- me lleva, pues te dejo la llave con la vecina y vas por la niña a la escuela, en la tarde hablamos. –si señora, como asté diga- bueno, por lo menos no se había rajado a la primera semana.
Pasó la segunda sin mayores contratiempos, hasta el jueves (para acabar, media quincena) –que ya no hay nada en el refri- pero si acabo de ir al super, ¿y las dos cajas de cereal? ¿el pollo? ¿los huevos? ¿la fruta? Todo, y vamos, tengo una hija de cuatro no un pelotón de regimiento; pues resulta que la señorita tenía la sana costumbre de sentarse desde las dos de la tarde y fletarse toda la barra de telenovelas (que dura hasta las once) con una caja de cereal, cinco plátanos, tres peras y los restos del guisado de la tarde, pero si me sale mas cara que un marido. Bueno, algún precio extra hay que pagar por que me lave las tres garras que ensuciamos al día.
Hasta ahí la cosa no andaba del todo mal, pero no debí cantar tan rápido victoria, imaginen, medio bohemia y floja que es una, y recibir una llamada a las 6 de la mañana en sábado, encima, -amor- ¿con quien desea hablar? –hay perdón, ¿se encuentra Susilita? No, se fue hace diez minutos, -¿le podría decir que le habló su novio?- Sí, yo le digo; pero le digo que si me vuelven a despertar, el novio, la mamá o la chingada a semejantes deshoras en fin de semana, la demando por daños y perjuicios. Bueno, en realidad lo pensé; no me vaya a dejar botada la chamba para la siguiente semana.
Y así comenzó lentamente mi dolor, primero, las compras que antes duraban mas de quince días hoy no alcanzan ni para la semana, y cada que llego a casa es pelear. Que si el baño, la sala, el cuarto de las niñas, nada está donde se supone debería; que le voy a hacer, al menos vigila a la niña.
Al cabo de un mes, la señorita estaba ya instaladísima en la sala, los controles de la televisión y el DVD (únicos de la casa) no podían estar a más de cincuenta centímetros de distancia de sus suaves y tersísimas manos de princesa (cosa que me demostró el empeño de la muchachita por los quehaceres domésticos.
Pasado el primer bimestre, la cosa llegó al punto que debía evitar estar en casa para no molestar a la señorita, no fuera a ser que el lunes siguiente se olvidara de llegar a casa y me partiera la vida en dos.
Pero fue hasta hace un mes que el dulce pan en el que a veces se convierte su servilleta, se llenó de lama verde y acabó por indigestar.
Llegó el sábado, Susilita, aquí tienes tu dinero, y pues muchas gracias, pero ya no necesito de tus servicios, -Entiendo seño- y trata de cambiar tu actitud nena, si quieres durar en un lugar. –si señora, comasté diga-
Y bueno, se supone que yo, para esto, había encontrado no a una, sino a tres muchachas, que ahora sí se veían con ganas de trabajar. Oh sorpresa y decepción, ninguna llegó, así que ahora me tengo que dividir en para medio atender las dos vidas que me cargo.
Ayer me dijo una amiga, ya para acabar, se me hace que la Susi te está haciendo brujería y vas a acabar recontratándola –que te operen- ¿y si sí?

IV Encuentro Iberoamericano de Poesía

IV Encuentro Iberoamericano de Poesía
Villahermosa, Tabasco.

En la presentación de De Triangulos Oscuros

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8 de marzo de 2008

lctura en Tulancingo, hidalgo, dentro del 2 encuentro de escritores realizado en esa ciudad

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